miércoles, 27 de mayo de 2009

Reportero Ejecutado

¿Y qué? Debemos darle gracias a Dios de que al menos se encontró el cuerpo del reportero ejecutado en la Comarca Lagunera o alguien cree que sabremos quién lo mato, por qué, para qué.

Que los van a atrapar, que hay garantías para que los reporteros locales hagan su trabajo, que los medios van a responder a esto con una estrategia de cobertura inteligente, capacitación a los periodistas, que las "figuras" del periodismo nacional van a dejar de lado sus egos y sus ideologías para hacer frente común.

Ahí están los reporteros locales, ninguneados por todos. Por nosotros mismos cuando viajamos y calificamos a los corresponsales como lentos o poco visionarios. Y se quedan allí, expuestos haciendo labor hormiga; frente a los que se sienten consagrados y paranoicos se dicen amenazados dentro de sus burbujas.

Estado fallido, prensa fallida, ciudadanía fallida.

viernes, 1 de mayo de 2009

Atrapados por el virus ¿o por la negligencia?

Con un caso de influenza diagnosticado y dos muertos, la familia Zaragoza Reyes permanece encerrada en su casa sin seguimiento epidemiológico y sin medicamento.

En 15 días perdieron a dos de sus integrantes, Viviana de 23 años en cuya acta de defunción se consigna como causa de muerte, neumonía atípica y Pedro de 25 años, de quien nunca les dieron un diagnóstico; cinco días después se les dijo que el fallecimiento fue por insuficiencia respiratoria y neumonía, según consta en el certificado entregado este jueves.

La Sra. Amada Reyes, madre y abuela de los dos jóvenes, indica que pese a que uno más de sus hijos, Mariano, está hospitalizado él sí con un diagnóstico de influenza, sólo han recibido una visita del doctor Carlos Gómez del Centro de Salud Manuel Escontría, quien les dio instrucciones de encerrarse por tres semanas en su casa, les pidió que tiraran todo lo que había estado en contacto con los enfermos, vacunó a unos cuantos y se fue, pero no les dio ningún medicamento.

"Vacunaron a 8 de la familia y ahorita estamos 10 sin medicamento. No tenemos ni para la vitamina C. Vino el Doctor Gómez del Centro de salud Manuel Escontría. Nomás nos vino a decir cómo teníamos que lavarnos las manos y no saludarnos - ¿les dijo que no salieran? en tres semanas”

La familia de 12 integrantes habita una propiedad con cuatro cuartos, en la zona de barrancas de la Delegación Álvaro Obregón, del Distrito Federal

Aseguran que no han sido interrogados sobre los vínculos con otras personas, si viajaron, o quiénes los han visitado “nada, nada de eso” señala la Sra Amada y la secunda su hija Maria Virginia “solo dijeron que regresaban, le hemos llamado al Doctor Gómez, dijo que venía hoy y es hora que no ha venido”.

El primer caso: Viviana.

El Domingo 12 de abril antes de la alerta por la influenza, murió Viviana de 23 años, era domingo de pascua, desde el viernes había tenido temperaturas de más de 40 grados, dolor de cabeza y lo que la familia consideró una fuerte gripa.

Acudieron al hospital Enrique Cabrera de la red del Gobierno del Distrito Federal, pero la regresaron a su casa, pues dijeron que sólo tenía infección en la garganta, le recetaron paracetamol, naproxeno, jarabe para la tos e isodine para hacer gárgaras, “ni antibiótico le dieron” dice doña Amada.

Dos días después la fiebre no cedía, la metieron a bañar en agua fría y finalmente la internaron a las dos de la tarde en el mismo hospital donde fue entubada para recibir oxígeno. Cuatro horas y media después murió con el diagnóstico de neumonía atípica.

Enojada doña Amada Reyes reclama:

“Porqué no nos dijeron la realidad, porque ellos ya sabían, ya este virus ya estaba. Y no nos dijeron que nosotros tomáramos esa prevención. Esa es la consecuencia que mi niño, Pedro se enfermara”

Segundo caso: Pedro

Sentada en la puerta de su casa “por su seguridad”, dice. Mira hacia las escaleras que bajan la barranca y conducen a los cuartos; señala el lugar donde fue velada Viviana. Al funeral acudieron todos los integrantes de la familia ”como 40”, dice María Virginia.

Allí, Pedro y Mariano empezaron a sentirse mal: gripa, dolor de cabeza, dolor de pecho.

En el caso de Pedro, que no contaba con ningún servicio de salud, fue con un médico a una farmacia cercana a su casa “ni me acuerdo ya que le dio”. Parecía mejorar pero unos días después se agudizó el cuadro.

El jueves 23 de abril horas antes de que se diera a conocer la alerta epidemiológica por influenza porcina, fue internado:

“Empezó a sacar flemas con sangre y le dije a mi hija, rápido llévatelo; lo llevó al Hospital Naval, el de la Marina, le pidieron un depósito de 20 mil pesos”

Así que por sugerencia de una doctora amiga de la familia, Maricruz Zambrano, lo llevaron al Hospital de Balbuena que depende del Gobierno de la Ciudad.

Ya con la noticia del virus en todos los noticieros, en el hospital de Balbuena Pedro, estuvo aislado y se le administró tamiflu. “Pero no lo querían atender, las enfermeras tenían miedo” dice María Virginia “No le daban a tiempo el medicamento, un día a las 6, luego a las 11 y otra vez hasta las 6, cuando le tocaba sólo dos veces al día. No había control por lo mismo del miedo”.

Pedro Zaragoza murió el domingo 26 de abril. “lo incineraron, la doctora Zambrano dijo que para que se muriera el bicho”.

Mariano parece que la libra

Casi al mismo tiempo que Pedro fue llevado al hospital; Mariano, había sido ingresado en la clínica 8 del IMSS, es el único derechohabiente de la familia. Allí permanece aislado. Tiene un diagnóstico de influenza.

Sin embargo antes de ser admitido, lo rechazaron en dos ocasiones de esa clínica “decían que tenía infección en la garganta, pero le empezó a subir mucho la fiebre”. Fue al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias donde le dieron una carta “le dijeron que lo tenían que atender en su clínica, que lo mismo que le iban a hacer allí, se lo iban a hacer en el seguro”

A Mariano le administran tamiflu y gabirol; ha reaccionado bien; pero la misma familia tuvo que conseguir medicamento, porque no se los dieron en el Seguro Social. “Un hermano de Acapulco encontró dos cajas y mandó a mi sobrino, allí a la Tapo (central de autobuses) fuimos por el medicamento y se regresó”

La cuarentena

Encerrados sin poder trabajar, la familia Zaragoza Reyes, vive por lo pronto de lo que los vecinos les llevan: huevo, pan, frijoles. El miércoles una organización con filiación partidista les llevó paquetes de cubre bocas, pues ya no tenían, también les dejaron dinero.

Luego de saber de la presencia del virus, doña Amada encabezó la limpieza: tiraron colchones, sábanas, utensilios “dormimos en los sillones”.

Sin ningún estudio de por medio y tratándose de explicar que pasó, la familia sospecha que pudo haberse contagiado en el hospital Darío Fernández, del ISSTE; donde a principios de abril, cuando nadie pensaba en influenza, fue operado la cabeza de la familia: el Sr. Ignacio Zaragoza de 84 años por piedras en la vesícula.

“No tenemos marranos, no fuimos a Veracruz. Mi hija esta convencida que allí fue, por que cuando lo operaron allí estuvimos todos y nos comimos unas tortas - ¿dentro del hospital? – sí, allí en las escaleras de entrada a urgencias, todos. Mi gorda (Viviana) también comió”